por Sandra Diéguez, fundadora de “arq.educa” (Málaga). Arquitecta. Máster en Historia del Arte, Arquitectura y Ciudad (ETSAB, UPC). Especialista en talleres temáticos y propuestas vivenciales de arquitectura y arte en colegios e institutos.
En mi experiencia personal como ayudante de cátedra de diseño en la universidad, teníamos que pedir a los alumnos (jóvenes universitarios), que se olvidaran de parte de lo aprendido, porque llegaban con gran rigidez artística y negación creativa, debido a educaciones rígidas, y muy formados en algunas materias pero sin haber explorado sus capacidades creativas. Pedíamos que volviesen a sentir como niños, para poder vivenciar lo que los niños naturalmente experimentan, con sus pinturas, pinceles o en construir el mundo a su escala, recreando sus espacios, sus tiendas con sábanas, sus casas de cartón o en los árboles. Esa rica experiencia se desvanece y va desapareciendo en el tiempo.
Sumado a ese desvanecer creativo, la educación tradicional e uniformadora, no estimula a ser diferentes, y el entorno los bombardea con juegos frente a ordenadores, con tanta rapidez de intercambio de información y herramientas informáticas intuitivas, que su comprensión y agilidad en esta área les hace ir por delante de muchos profesores y padres. Estos avances, en lo que respecta al desarrollo cerebral de los niños, especialmente del hemisferio izquierdo, (donde se procesan los datos verbales y exactos),necesita compensarse con estímulos externos que les haga desarrollar con la misma intensidad el hemisferio derecho (donde se ubica la percepción, la orientación espacial, la conducta emocional, etc.). Sigue leyendo